La gente del libro, como se la llama a los
nativos de Harran en Turquía, creían que el número 3
no existía, y que dios en un acto de desesperación por
no poder mirarse tuvo que crearlo, para fingir en él
su rostro.
El templo centro de la ciudad latina era lo
primero que el trazado urbano evocaba, centro focal
del mismo, en su plinto o herma concluían todas las
vías áureas, a modo de rayos de sol que surgían de
este centro cúbico, descanso eterno del héroe y del
ave del augur, Rutilo Namaciano entonó su hermoso
himno:
Hiciste de las diversas patrias, una
Urbe hiciste de los que era solo orbe.