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El regreso del Señor del Fuego
註釋

 En un pasado muy, muy remoto, los imprevisibles movimientos geológicos determinaron que, en lo más recónditas entrañas de una impenetrable cordillera, quedara atrapada una porción de humanidad y que, al encontrarse incomunicada, se mantuviera aferrada a sus ritos ancestrales. Digamos que se petrificó, acaso se redujera a conservarse latente en una burbuja atemporal tan reducida que en ella no cabía la esperanza. Esas almas perdidas poseían la técnica de la obtención del fuego por medio del pedernal, pero en aquel extraño lugar esa técnica se mantenía en secreto y fuera del alcance de la masa común. Adoraban el Espíritu del Fuego y en el ceremonial religioso, todo giraba en torno de él y de los tabúes en que el jerarca supremo lo envolvían. El Espíritu del Fuego tenía una faz sombría; de aquí que se le desagraviaba con víctimas humanas sin que importara la casta a que pertenecían.

Raric nació en el Valle Escondido. Lo abandonó siendo muy joven. Consiguió huir de él. Tenía la cabeza puesta a precio y su corazón sangraba por una herida incurable. Esta obra se inicia con su regreso. Se nos presenta como un hombre maduro, con la herida sin cerrar y el entendimiento sazonado. No vuelven por su gusto; sino impulsado por un deber que cumplir. La ley de su linaje le grava con la dignidad de Vengador y esta le señala como ejecutor de ejecutar una justicia que se ha de cumplir, nada más y nada menos que en la persona del Divino Señor, vesánico jerarca que esclaviza con sus despóticas leyes a los pobladores del valle
Raric está solo. Carece absolutamente de todo. Desnudo, sin más vestimenta que un sucinto taparrabo, recorre el valle. Su deambular incansable, siempre a la caza de su oportunidad, lo equipara con una sombra inaferrable. Hay quienes se barruntan que el Vengador ha llegado; nadie consigue verlo.
Tras un transitorio encuentro con el Hombre sin Ojos y su madre, el Hado inconmovible que lo ha tomado como instrumento lo pone en contacto con el sacerdote Aito. Se trata de un hombre íntegro que le abre las puertas de su casa, le oculta y protege, y en él depositó su confianza. Unidos los dos se proponen liberar de la opresión al grupo humano que agoniza en el pozo negro de la desesperación. Este hecho modifica todas las perspectivas: el deber del Vengador se ha sublimado al asumir una obra redentora.