Si usted disfrutó en La Nuca de Houssay de cómo hacía, qué pensaba y qué temía un Marcelino Cereijido veinteañero que se iba atreviendo a incursionar en el mundo de la ciencia profesional, entérese ahora en El Doctor Marcelino Cereijido y sus patrañas de cómo siguió aquella saga y de qué está sucediendo en estos momentos.
Como investigador científico, Cereijido debe publicar regularmente artículos especializados. Pero siempre se ha preocupado por producir libros de ensayo (Ciencia Sin Seso Locura Doble, Por Qué No Tenemos Ciencia y La Ignorancia Debida) en los que su estilo siempre claro y jamás aburrido nos fue mostrando las poleas, engranajes y manivelas del aparato científico. Pero jamás como ahora en El Doctor Marcelino Cereijido y sus patrañas, se había atrevido a publicar las triquiñuelas y matufias típicas de su profesión. Lo hace –nos dice– por dos razones. En primer lugar porque en el tiempo transcurrido ha prescripto el derecho de terceros de demandarlo, y en segundo porque, como demuestra en el pequeño ensayo que cierra este libro, el humor no es ya un mero intermezzo piacevole, sino un ingrediente fundamental de la creación científica.