Don Agustín de Iturbide se embarcó en Veracruz el día 11 de mayo para el puerto de Liorna, juntamente con su familia, y la nación mexicana quedó entregada al combate de las pasiones y de los partidos, que cada día se hacían más difíciles de conciliar. Desde luego se nombró un poder ejecutivo compuesto de los generales Bravo, Victoria y Negrete. Fueron elegidos suplentes don Vicente Guerrero, don Miguel Domínguez y don Mariano Michelena, que, como veremos después, ejercieron por algún tiempo aquella magistratura.
Este poder ejecutivo nombró un solo secretario del despacho, llamado don José Ignacio García Illueca, que desempeñaba interinamente los cuatro ministerios. Illueca era uno de aquellos hombres que, sin tener una gran capacidad, tenía una comprensión fácil, mucha honradez y expedición en los negocios; pero su estado valetudinario, que dentro de pocos meses le llevó al sepulcro, y la falta de experiencia en el despacho de ministerios que nunca habían existido en México, hacían que los asuntos se entorpeciesen y sufriesen retardos perjudiciales a la causa pública; así es que en los pocos días que ejerció este ministerio universal todo estaba en la confusión y el desorden. Se había derribado al monarca y proscrito su dinastía, echado abajo la familia llamada por el Plan de Iguala y destruido la forma monárquica.
El congreso parecía haber reasumido todos los poderes, y aquella asamblea que se creyó por un momento árbitro de los destinos de la nación, que había visto al ejército y a las provincias proclamar su reinstalación y expulsar al primer jefe, al representante de la independencia nacional, por haberla disuelto, y era el principal pretexto; esta asamblea, repito, que reunida de nuevo al parecer por el voto público decretó el ostracismo de Iturbide y anuló el Plan de Iguala en su célebre ley del 8 de abril, cumplió con estos pasos todos sus destinos y dejó de ser útil a los que de nuevo entraban a dirigir la opinión y los sucesos.