A lo largo de la historia de la Iglesia, han existido muchas conversiones extraordinarias, producto de la gracia de Dios, pero sin lugar a dudas la del apóstol San Pablo es la más admirable.
Todos los años, el 25 de enero la Iglesia celebra con una fiesta litúrgica este acontecimiento. Es la única conversión que se conmemora en el Calendario Litúrgico, como signo también de recordarnos la trascendente importancia que tiene para nuestra vida espiritual.
La conversión no es algo imposible, ni está destinada a determinadas personas. Quién más cerca está es quien disponga de un corazón sencillo y humilde, capaz de aceptar y abrirse a la necesidades de nuestros hermanos.