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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
註釋A mediados de 1614 y con la intención transparente de darle en la cabeza a Cervantes, salió a la arena el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, ese libro que hoy conocemos como el Quijote de Avellaneda. Y es que su autor tuvo a bien -y para mal- embozarse tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda para gozo, congoja y desesperación de los muchos que han malgastado sus horas y su mollera en discernir quién fue el tal, cuando, en realidad, tenemos ya el libro mismo que dejó escrito con su no poco de inteligencia y su mucho de mala baba. A ese Avellaneda muy leído, pelota de los nobles, valedor de la Iglesia y devoto del rosario, el Quijote de 1605 tuvo que sentarle como un tiro. Y no solo porque Cervantes le hubiera espetado alguna de sus puyas a él y a su adorado Lope de Vega, sino porque el manco, a la chita callando, había dado al traste con ese orden del mundo que el postizo licenciado sostenía. Avellaneda saltó a la palestra para devolver el golpe y poner las cosas en su sitio. Pero no se piense que el libro con que lo hizo es un muermo tieso e ilegible: en absoluto, este otro Quijote contrahecho se lee con gusto y todavía guarda un buen saco de risas para los lectores del siglo XXI. Está, además, todo lo mucho que debe a su enemigo y todo lo que influyó en la segunda parte, que acaso Cervantes no hubiera terminado nunca de no ser por el atraco a pluma armada y el golpe bajo de 1614.