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1905: La primera sala permanente de cine en la Ciudad de México
註釋

 Como anticipa su título, este volumen de los ya indispensables Anales del

cine en México, 1895-1911 se ocupa de un acontecimiento que modificó

de manera radical la historia del espectáculo cinematográfico en nuestro

país: la aparición en junio de 1905 de la primera sala permanente de

cine en la Ciudad de México. Esta evolución del consumo del llamado “cine

primitivo”

se presentó como una situación “natural” y conveniente para los

espectadores,

quienes inmersos en su cotidianidad poco la apreciaron y valoraron

en su momento. Pero desde la perspectiva del historiador de cine, el

inicio de actividades del Teatro Riva Palacio (en un primer momento situado

en la 3ª calle del Ayuntamiento núm. 3, y a partir de agosto de 1906, en

la 2ª calle de la Independencia núm. 25) como espacio dedicado en forma

exclusiva a exhibir imágenes en movimiento, reviste un significado especial,

que amerita el detallado análisis que los autores del libro le dedican a los

empresarios Enrique Rosas, Enrique Echániz Brust y José Austri. Y es que

fue entonces cuando comenzó a gestarse esa especie de adicción, que bajo

el nombre de cinefilia, impulsó el arranque de la industria cinematográfica

como tal conformada por sus célebres tres sectores.

Pero en este tomo también se hace un minucioso recuento de las labores

del popular Circo-Teatro Orrin, que combinaba el espectáculo circense con

las variedades y la exhibición de una amplia gama de películas por medio

de aparatos como el “Biógrafo Edison”, el “Biógrafo Lumière”, el “Poliscopio”

y el “Biógrafo Estereopticón Pathé”.

Por último, Juan Felipe Leal y Eduardo Barraza dan cuenta del cinematógrafo

itinerante en la provincia y siguen los pasos de otros pioneros del cine

mexicano (Manuel Adams, los hermanos Cervantes, Román J. Barreiro y

Salvador

Toscano, Enrique Rosas, Carlos Mongrand, los hermanos Stahl

y tantos

más) empeñados con pasión en saciar la curiosidad, cada vez creciente,

de los públicos de diversas poblaciones y capitales del interior de

la república. Todo lo anterior se refuerza con distintos cuadros de concentración

de datos y una exquisita iconografía, a su vez pletórica de amenas

y puntuales referencias. No se puede pedir más.