“No hay relación sexual” es un aforismo, sin duda. El más célebre de la enseñanza lacaniana. Nadie esperaría de un aforismo que sea inequívoco. Sí que sea intensivo y que incluso contradiga el sentido común. De este modo, una primera manera de pensar esta insigne afirmación podría ser a partir de las consecuencias que implica el descubrimiento freudiano de la pulsión parcial, que llevó a Lacan a sostener el carácter “a-sexual” del objeto libidinal. Por lo tanto, ¡la sexualidad descubierta por Freud no incluiría el sexo! Dicho de otra forma, no hay nada en la sexualidad que produzca la diferencia entre hombre y mujer.
Asimismo, en la causa del ser neurótico hay una elección respecto de la posición sexuada o, mejor dicho, de la realización simbólica del sexo. Ahora bien, el hombre queda confrontado con una realización (de lo) imposible, mientras que en el campo de lo femenino encontramos una derivación de lo contingente, dado que no hay asunción de La mujer. Por eso, la otra cara de la máxima “No hay relación sexual” radica en afirmar que “La mujer no existe”.
Este libro ensaya un esclarecimiento del fundamento último de ciertos principios del psicoanálisis lacaniano, y desarrolla su alcance para una clínica de la sexuación basada en las relaciones entre los indicadores elementales de toda posición subjetiva: el amor, el deseo y el goce.