El trabajo historiográfico, cuando se realiza con rigurosidad e ingenio,
carece siempre de punto final. Tal es el caso de este libro que se niega a
concluir y que anticipa futuros descubrimientos. La labor de Juan Felipe Leal
es de tal hondura, que insufla vida a la letra y hace de ella la volcadura
lingüística de una realidad dinámica de la cual cada uno de los lectores somos
parte constituyente.
En Los Teatros-Salones,
Leal se ocupa de la transición del siglo XIX
al XX por medio del estudio de la
programación de los “teatros de barrio” o “teatros de segunda clase” que
surgieron en la capital de la república a partir de 1900 para reemplazar a las
carpas y los jacalones, y que en los estados nacieron como salas de usos múltiples
de diversas jerarquías y proporciones. Los teatros-salones eran frecuentados
por artesanos y obreros, y en ellos se explotaban dos espectáculos de moda: la
zarzuela y el cinematógrafo. La primera, de corte arrabalero, el segundo, de
signo cosmopolita. Diversiones públicas, ambas, que ensanchaban la cultura
popular urbana en menoscabo de la rural. La zarzuela y el cinematógrafo eran,
pues, parte integrante de la modernización del país.
La obra que el lector tiene en sus manos incluye
cuatro apéndices. Los tres primeros registran los teatros-salones y otras
instalaciones de cine que se construyeron entre 1900 y 1905 en la Ciudad de México, el
Distrito Federal y la provincia. El cuarto testimonia la demolición del Teatro
Nacional, las modificaciones que experimentó el entorno urbano en el que éste
se ubicaba y la posterior edificación del Palacio de Bellas Artes.
En el texto de Leal abundan las ilustraciones, 216 en
total, que nos invitan a reflexionar sobre la creciente importancia que han
cobrado las imágenes y la comunicación visual, tanto así, que en nuestros días
tienden a relegar a la palabra escrita, palabra que, en manos de Leal,
testifica de manera admirable las mentalidades de una época.
María Teresa Camarillo Carbajal