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Partidismo y Violencia Institucionalizada (2000-2006) "Del Azul ocre al Rojo profundo" - Volumen V
註釋

En la quinta entrega de “200 años de Vida Política Partidaria en México ©”, extendemos la revisión en la línea del tiempo de los sucesos más relevantes de nuestra vida política nacional. Del desmenuzamiento de una amplia y representativa selección de tópicos, ahora hurgamos lo acontecido durante el periodo presidencial 2006-2012.

El análisis se focaliza en el gobierno que presidió Felipe Calderón Hinojosa. Nos referimos al segundo mandatario de impronta panista, quién, luego de una ríspida campaña electoral, asumió el cargo en medio de persistentes acusaciones de haber urdido un fraude que le dio un triunfo regateado por las urnas. El estigma nunca lo abandonó, y en mucho estuvo detrás de decisiones cruciales para la marcha del país.

A lo largo de “Partidismo y Violencia Institucionalizada (2006-2012)”, atendemos desde los datos y los hechos 31 tópicos de gobierno. En cada caso ofrecemos un análisis carente de fobias y filias que nos permite mostrar los verdaderos alcances del sexenio. Como sucede con todo afán humano hubo avances, retrocesos e insuficiencias, pero el saldo final enseña que el calderonismo fue una oportunidad fracasada, tanto que la mayoría de los electores optaron por sacar del poder a su facción política.

El político poseía limitada experiencia en la función pública. Su fortaleza estaba en las labores legislativas y partidarias, y ahí sus alcances fueron magros. En la jefatura panista perdió el partido su inercia ganadora, y hasta un grupo ajeno, “Amigos de Fox”, le arrebató la candidatura presidencial. Siendo líder de los diputados no supo articular sinergias con un mandatario de la misma etiqueta partidaria, y en su papel de presidente ordenaría un golpe de fuerza que lo habrá de marcar por la inaudita violencia que desató. “Del Azul Ocre al Rojo Profundo”, describe su impronta política.

Este esfuerzo antes que calificar demuestra que Felipe Calderón falló en muchos sentidos. El principal, sin duda, fue que la investidura presidencial no la portó un estadista.