Esta obra se adentra en el estudio del alcance que adquirió la representación de la ciudad y el territorio en la Edad Moderna como parte de la estrategia de retórica visual del poder. Se aborda la influencia que ejerció dicho poder, en su afán por conocer, poseer y representar el territorio, sobre la creación de la imagen de la ciudad a través de las galerías de mapas y ciudades. También la función que adquirieron dichas imágenes como objetos de prestigio y estrategia política, así como el papel que desempeñaron en su configuración los pintores y dibujantes al servicio del poder. Se analiza el papel de la imagen de la ciudad y del territorio como objetos predilectos de representación y, asimismo, se aborda el papel que desempeñó la dialéctica existente entre el arte y la ciencia en el proceso de constitución de una imagen de la ciudad y el territorio, sometida durante la Edad Moderna a un continuo proceso de elaboración.
La imagen de Alcalá, pintada por Wyngaerde en 1565, reúne en sí, como en un caleidoscopio, todos estos aspectos, constituyendo un excelente estudio de caso con el que analizar una realidad que trasciende lo local.