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Repensar la revelación
註釋La revelación interpretada como «manía» y posesión o como «dictado» divino ha terminado su ciclo. La crítica bíblica desmontó el literalismo. La autonomía del mundo impide verla como intervencionismo milagroso; y la del sujeto, como imposición extrínseca y autoritaria. El sentido histórico deslegitima todo particularismo etnocéntrico. Tales son las cuestiones que afronta este libro, desde un principio radical: Dios, creando por amor, quiere revelarse plenamente a todos, desde siempre y en todas partes. Las limitaciones, oscuridades y aun horrores del proceso nacen de la limitación o la resistencia creatural; jamás de un «silencio» u «ocultamiento» por parte de Dios. Al contrario, la revelación avanza gracias a su «lucha amorosa» para vencer las resistencias y comunicar su salvación. Desde ahí esta obra estudia tanto el surgir originario como la transmisión histórica. La revelación no es un dictado milagroso, sino un «caer en la cuenta» de la Presencia fundante y siempre activa: «Dios estaba aquí, y yo no lo sabía». Lo descubre uno —profeta o fundador—, pero Dios está queriendo manifestarse a todos con idéntico amor. Por eso el anuncio ejerce de «mayéutica histórica»: el creyente crítico es despertado por el profeta, pero no cree porque lo dice el profeta, sino porque él o ella se reconocen en lo dicho: «ahora ya lo hemos escuchado nosotros» (samaritanos); «la Biblia y el corazón dicen lo mismo» (Franz Rosenzweig). Esto vale para el individuo y vale para toda religión. El diálogo de las religiones se sitúa así en un espacio común, postulando nuevas categorías —pluralismo asimétrico, teocentrismo jesuánico, inreligionación— y propiciando un nuevo espíritu de acogida, respeto y colaboración. La obra se cierra analizando el significado de la revelación como Escritura y la ulterior formalización en el dogma y la teología.