La gastronomía está relacionada con el proceso histórico mediante el cual el ser humano ha evolucionado en su alimentación. Es una cualidad que patentiza nuestra manera de comer y su vinculación con el medio ambiente o entorno.

En tal sentido, va mucho más allá de las técnicas de preparación, los tiempos de cocción, los ingredientes utilizados, los sabores, las porciones o el servicio. Es necesario, entonces, considerar la conexión que hay entre las personas y su alimentación a través de sus costumbres, sus tradiciones y sus aprendizajes. 

Visto así, gratificante y placentera resultó la experiencia de emprender esta aventura gastronómica. Digo aventura por cuanto ¿qué otra denominación puede dársele al atrevimiento de asumir una inquietud que fue sorteando y permeando el temor y la certeza, que fue liberando y cimentando la nostalgia y la alegría como elementos de estimulación personal? Una especie de revoltillo que fue cuajando al ritmo de memorias, no perdidas. Una melcocha que fue dando su punto en la medida en que los recuerdos encendían las pasiones. 

No puedo precisar desde cuándo me acompañó esta idea de compilar lo relacionado con la tradición culinaria de la Semana Santa en el seno de mi familia en Boconó, pueblo de los andes venezolanos anclado en un fértil valle del Estado Trujillo. Cierto es, sí, que como un moscardón el anhelo zumbaba a intervalos, cada vez más inquieto. Esa inquietud buscó apoyo en una serie de elementos que dan forma a una especie de ritual cargado de un simbolismo que sigue vigente y que va adaptándose a los tiempos y a las circunstancias. 

Si consideramos los ritos tal cual lo expresa Byung-Chul Han (2020), como “acciones simbólicas que transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada a una comunidad”, es ineludible, sin lugar a dudas, escudriñar en los recovecos del pasado para dar forma y proyección a las inquietudes del presente y sustentar lo que nos ha sido legado. Esa es mi intensión al hacer realidad una inquietud que he querido compartir con muchísimo placer, honrando, así, un pasado que es presente y es futuro en una dimensión temporal que no es otra cosa más que la eterna brevedad de cada instante.