La recurrente pregunta acerca de quién merece una “muerte escrita” demanda una respuesta polifacética que lleva a Petrucci a construir, más que una historia de la muerte, una historia de los difuntos en las culturas occidentales. Haciendo foco especialmente en testimonios realizados para su exposición pública, como monumentos, lápidas, libros, manuscritos, periódicos y carteles, el autor llega a una afirmación que sigue su línea de abordaje característica: la relación entre los muertos y la escritura es esencialmente política.