Todo lo que Dios hace es de acuerdo con su propósito eterno
¿Por qué estoy aquí?
¿Cuál es mi destino?
¿Por qué Dios me creó?
¿Qué tenía Dios en mente al crearnos?
Estas preguntas que nos hacemos todos han resonado en la humanidad por toda su existencia. Pero, desde la caída del hombre en el Jardín de Edén, respondemos a esta pregunta con egoísmo, enfocándose cada quien en su propio objetivo y razón de ser, creyendo que todo gira en nuestro derredor, con una visión humanista egocéntrica.
Sin embargo, la respuesta verdadera está a nuestro alcance cuando entendemos el Propósito eterno de Dios, que trasciende los movimientos de justicia social, la compasión por los necesitados y las misiones. Se trata de buscar la comunión de la humanidad, con amor e intimidad. En este camino espiritual comenzaremos a discernir el propósito de nuestras vidas.
El misterio revelado nos lleva a un entendimiento profundo del plan eterno de Dios: el Propósito es traer a la humanidad a una comunión, amor e intimidad con Jesús, así como el Padre disfrutó con el Hijo en la eternidad pasada. Este es el Propósito eterno. Jesucristo es el centro del Propósito eterno de Dios.