Aunque
el cinematógrafo (el arte de las imágenes en movimiento) se presentó a los
primeros espectadores al finalizar el siglo XIX, su génesis técnica y su
necesidad social abarcan varias décadas anteriores. Se trataba, por supuesto,
de una ilusión, pero no de una ilusión convencional, sino de algo que permitía
a los espectadores ver el mundo como no lo habían visto nunca antes. Hoy por
hoy es imposible dejar de pensar en este artificio espectacular como la más
grande expresión artística del siglo XX.
Ciertamente, en la historia humana no se
había producido antes un medio de comunicación cuya gestación estuviera tan
compactada como la del cine. No obstante ello, y habiendo sido tan importante
el desarrollo del cine en México, no fue sino hasta el último tercio del siglo
XX cuando se produjeron las primeras investigaciones filmográficas que daban
cuenta efectiva de su devenir.
Por supuesto que aún quedan lagunas, “hoyos
negros” del conocimiento que afortunadamente están siendo llenados por obras
como ésta, que no son de lectura exclusiva de un público iniciado y enterado,
sino también de los legos que deseen abrevar sabrosamente en él y conocer así
usos, costumbres, incidencias sociales y políticas, y, en especial, lo que
constituye su temática toral: el accionar del kinetófono y el vitascopio
–aparatos poco reconocidos en México- así como del cinematógrafo, que, como se
demuestra en este volumen, no fue el primer aparato de imágenes en movimiento
en llegar a nuestro país.
Francisco Gaytán