Gabriel Soley y Julián Brossa, directores adjuntos del Banco de Créditos e Inversiones y rivales, aspiran al cargo de director general al jubilarse su colega Paula Subirats.
En los planes de Soley —racional y escrupuloso— y de Brossa —ávido e impetuoso—, Andrei Ivanovich se erige como el tercero en discordia. Un proyecto pretencioso y un crédito arriesgado sacudirán los fundamentos humanos y financieros del BCI.
Ambiciones desmesuradas, rivalidades, traiciones y erotismo entrelazan así una trama atrapante, envolviéndola en el dramático marco histórico de la crisis bancaria del 2008.