A los doce años descubrí el placer de la lectura, estudiaba el segundo grado de la educación secundaria y era entonces un adolescente temeroso cuyo horizonte de vida se cernía confuso, nubes llenas de incertezas se arremolinaban sobre los sueños que construía despierto en la soledad de los espacios en que contemplaba el futuro; a esa edad inicié el camino como lector acostumbrado y pasaron delante de mí historias, personajes, tramas que fueron alentando la imperiosa necesidad de seguir cultivando el noble arte de asomarme a la palabra escrita; diez años después se convirtieron también en la otra cara de la moneda: el acto de escritura.
Es imposible identificar el momento exacto en que la lectura gira ─abre la puerta sigilosa─ y anima la escritura. Lo cierto es que, a la edad de veintitrés años, con dos al servicio de la docencia en comunidades rurales de La Grandeza, contagiado por la emoción de las letras de escritores famosos y el temor de mi madre que se me secara el cerebro, inicié el sueño de convertirme en escritor. Fueron primeros intentos, esbozos de historias que algunas de ellas no lograron sobrevivir al rigor de la imaginación y al frágil conocimiento de la escritura, situación que me hizo volver a la lectura con una doble intención, seguir emocionándome junto a los relatos e ir descubriendo las múltiples estructuras en sus confecciones a fin de aleccionarme en el oficio de la escritura. Volví, entonces, apenas sabiendo lo suficiente y dudando de mis saberes, a la tarea humilde del artesano que amasa el barro con amor y otorga forma y vida con las manos, el resultado de esa experiencia, que duró casi cuatro años, me permitió terminar los cuentos y relatos que ahora, tras quince años a la sombra, encuentran un lugar donde germinar.
Pero nada es fácil, como sucede a menudo con las cosas simples de la vida, éstas se agotan de inmediato en el fragor de otras aventuras e intereses, así ocurrió al terminar de escribir las historias, sirvieron como mecanismo de escape, liberación del pensamiento e imaginación, una forma de rehacer la realidad, de encontrar otras explicaciones a menudo fantasiosas que envuelven las vidas de las personas, y sirvieron también de entretenimiento y enlace emocional a un par de amigos de aquellos años que siguen ahí; tras el encanto efímero, los textos escritos no llegaron más allá de la satisfacción personal de sentirme capaz de asumirme escritor, y sin pena ni gloria, retornaron a la soledad del olvido; contra toda razón, pervivieron al paso del tiempo, al cambio de dispositivos portátiles que duran un suspiro, a otras escrituras, esperando el momento oportuno para volverse a despertar y encontrar una forma definitiva. Quince años ocultos a la mirada ajena mientras la vida seguía su curso y priorizaba mi actividad profesional - académica; la lectura nunca dejó de ser, pero la escritura y el sueño de ser escritor a veces se apagaba, emergiendo a cuenta gotas, reavivado en periodos cortos con tanta intensidad que me siguen recordando aquellos años en que escribí por puro placer.
Ahora por fin los cuentos y relatos que escribí entre los años 2004 y 2007 han encontrado la oportunidad de convertirse en libro, sacudirse del polvo del olvido y hacer que las palabras adormiladas vuelen libres entre la luminosidad amarilla de otras miradas y otros entendimientos; publicar los escritos de hace quince años me obliga a ser honesto: no se trata de una reescritura o versiones actualizadas, el lector encontrará las historias en su forma original, atravesadas por la nostalgia de un tiempo que ya no es, pero contienen rastros de una formación que empezó a tejerse en mi juventud.
Cuatro cuentos cuyas naturalezas diversas están todas tocadas por la magia del amor. Cuatro relatos que constituyen historias ancladas en la particularidad de la vida, dramas singulares que son capaces de tocar experiencias semejantes.
Una joven se despierta, de forma recurrente, en la oscuridad de su cuarto para descubrirse sin la capacidad de comunicarse con el mundo externo, algo ha ocurrido que la obliga a vivir resignada en estado de locura a la espera de la segunda muerte. Una señora sabe que sus días están contados y decide, motivada por su amiga, vivir feliz el resto de su existencia en la playa, guarda en el corazón el amor fiel a su esposo muerto hasta que encuentra, caminando sobre la arena, al amor de su vida. Tres jóvenes amigos asisten a la feria del pueblo motivados por el baile gratis que el presidente municipal promueve, han acordado volver juntos, pero un suceso inesperado obliga a uno de ellos a salir de baile y sellar su destino cruel y misterioso. Una joven – adolescente vive cada día la angustia del crecimiento orgánico y mental, un proceso cambiante en la construcción de la identidad que exige afrontar al miedo con valentía.
Una mujer reconstruye con dolor el viaje trágico del esposo a los Estados Unidos siguiendo el sueño americano y la ilusión de un porvenir alejado de la miseria; para irse han vendido hasta lo que no tienen y prestado dinero a sus amigos con la esperanza de devolverlo en cuanto empiecen a llegar los primeros dólares, el sueño de la esposa durante tres días seguidos parece ser la premonición de una desgracia. Una joven estudiante universitaria recuerda con aflicción la decisión tomada hace poco tiempo, cuando se entera de su embarazo y del novio incapaz de asumir su responsabilidad. Una adolescente de apenas catorce años, sin escuela, aprende temprano a odiar la vida tras enamorarse de un hombre, mayor que ella, pensando en el amor para toda la vida, hasta que se sabe embarazada, el hombre ha desaparecido y el padre violento no tarda en enterarse de la noticia. Una mujer felizmente casada debe tomar una decisión al descubrir que el hombre con quien duerme tiene una novia.
Un mes antes de tomar la decisión de publicar el libro, mi hija menor vino a mí y sin más explicación tiró un dardo caliente al corazón ─ ¿Por qué no fuiste escritor? ─, entonces recordé mi propio sueño y fue el aliciente final para materializar una ilusión de casi veinte años, aquí está como una deuda pendiente que me anima a seguir escribiendo; desde luego, lo anterior no hubiera sido posible sin el apoyo solidario de la Editorial Soconusco Emergente y Fundación Carlos Briones, va mi gratitud para siempre.